La cruz: representa la muerte de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, quien murió sobre la cruz cargando sobre Él nuestros pecados, como el sacrificio perfecto “... y, por medio de él, reconciliar consigo todas las cosas... haciendo la paz mediante la sangre que derramó en la cruz” (Col. 1:20, NVI). El color rojo representa la sangre derramada de Jesús, que limpia nuestros pecados para que seamos capaces de estar frente a Dios vestidos con vestiduras de justicia, declarados como redimidos y justificados “... hemos sido justificados por su sangre...” (Ro. 5:9, NVI).

La paloma: un símbolo del Espíritu Santo, como Juan la viera en el bautismo de Jesús, en el Río Jordán, representa la presencia perenne del Espíritu Santo. “Tan pronto como Jesús fue bautizado, subió del agua. En ese momento se abrió el cielo, y él vio al Espíritu de Dios bajar como una paloma y posarse sobre él” (Mt. 3:16, NVI). El color amarillo es un símbolo del fuego del Espíritu Santo, visto en el aposento alto el día de Pentecostés.

La copa: representa la unción de aceite como se nos ha instruido, “¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará” (Stg. 5:14-15, NVI). El color azul representa a la sanidad divina.

La corona: representa al Rey Venidero, con el color purpura, que revela la realeza de Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. “El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego los que estemos vivos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados junto con ellos en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. Y así estaremos con el Señor para siempre” (1 Tes. 4:16-17, NVI). “Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Ap. 19:16, RVR-1960).